Los supervivientes de la masacre en Myanmar dicen que la historia se repite, con nuevos autores

(CNN) — Mientras las lágrimas ruedan por su rostro y su cuerpo tiembla de dolor, Hamida acuna en su regazo a su hija de 4 años y a su bebé, consolándolos mientras lloran por su padre.

Esta joven de 22 años, de etnia rohingyá, sobrevive gracias a la amabilidad de otros refugiados en un campo cercano a Cox’s Bazar, Bangladesh, y trata de asimilar los horrores que sufrió en la vecina Myanmar, donde se libra una guerra civil entre el Ejército del país y grupos rebeldes como el Ejército de Arakán.

“Cuando entraron en mi casa, me pegaron, me golpearon y yo luchaba por liberarme cuando me violaron”, cuenta Hamida. “Durante al menos una hora, me ataron”.

Hamida –que pidió utilizar solo su nombre de pila por temor a represalias– afirma que siete soldados del Ejército de Arakán la violaron en grupo durante el ataque perpetrado a finales de julio en el estado occidental de Rakáin, en Myanmar.

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“Grité y me cerraron la boca con las manos”, relata. “Me violaron. Me golpearon con sus armas. Me patearon. Aún así, no puedo moverme (sin) dolor”.

Durante el ataque, dice que su marido oyó sus gritos y corrió a su choza para salvarla, pero lo inmovilizaron y lo obligaron a mirar.

“Masacraron a mi marido después de violarme”, relata. “Cuatro soldados del Ejército de Arakán lo sujetaban con fuerza, y uno lo masacró con un gran cuchillo afilado”.

CNN no puede verificar de forma independiente el relato de Hamida sobre el ataque, ni el de otros supervivientes que huyeron a un lugar seguro a través del río Naf, que constituye una frontera natural entre Myanmar y Bangladesh.

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Conocido como el campo de refugiados más grande del mundo, más de un millón de musulmanes rohingya se refugian en tiendas improvisadas cerca de la ciudad de Cox’s Bazar. La mayoría de los cuales huyeron allí en agosto de 2017, después de que el Ejército de Myanmar matara a unas 10.000 personas en lo que los expertos de las Naciones Unidas calificaron de genocidio.

Ahora, los recién llegados como Hamida están trayendo informes de asesinatos en masa, bombardeos contra civiles y aldeas incendiadas, que llevan el sello distintivo de los ataques de 2017, siete años después. Pero esta vez se culpa de la brutalidad al grupo rebelde Arakán, de etnia rakáin.

“Parecía el fin del mundo”

Los testigos afirman que el día más mortífero de los ataques fue el 5 de agosto, cuando se estima que murieron 200 personas mientras los drones lanzaban una lluvia de bombas sobre quienes huían de los combates en la ciudad de Maungdaw.

Videos difundidos ampliamente en internet muestran pilas de cadáveres –en su mayoría mujeres y niños rodeados de sus pertenencias– esparcidos por un bosque de manglares junto a la costa, masacrados cuando intentaban embarcar hacia Bangladesh.

Abdul Bashar, un padre de 48 años que sobrevivió a los ataques con drones, afirma que se produjeron sobre las seis de la tarde de ese día.

“Cuando llegamos a la valla fronteriza, vimos caer una gran bomba sobre un grupo de personas, que mató a muchas de ellas”, relata. “Estaban atacando con drones, disparos y armas pesadas. Parecía el fin del mundo”.

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Bashar vio morir a su hijo de 17 años y a su hermana, asesinada mientras amamantaba a su hija de 8 meses.

“No podía mirar atrás porque las bombas caían con fuerza”, dijo. “Tenía a dos de mis hijos conmigo y estaba sangrando”.

Bashar se refugia ahora en un campamento de Cox’s Bazar con su sobrino de 10 años, cuyos padres y cinco hermanos murieron en el ataque. El niño sobrevivió a pesar de las graves heridas de metralla que sufrió en un brazo.

“Siento que la muerte sería mejor que vivir esto”, dijo Bashar.

Un nuevo informe del grupo de derechos humanos Fortify Rights insta a la Corte Penal Internacional (CPI) a “investigar la masacre de civiles rohingya perpetrada por el Ejército Arakán (AA, por sus siglas en inglés)”. Otro informe de Human Rights Watch afirma que los ataques “plantean el espectro de la limpieza étnica”.

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En una entrevista con CNN, el portavoz del Ejército Arakán, Khaing Thu Ka, negó las acusaciones de atrocidades, calificando los informes de “noticias falsas y desinformación”.

Afirmó que los combatientes del AA “nunca han atacado ni matado a civiles inocentes”, y afirmó que los ataques con drones del 5 de agosto fueron llevados a cabo por el Ejército de Myanmar.

El Ejército de Myanmar culpa a las AA de los ataques. CNN no puede atribuir de forma independiente los informes de responsabilidad ni verificar el número de personas que murieron.

Imágenes verificadas por CNN muestran las secuelas de un ataque en el borde occidental del distrito de Maungdaw, en el barrio Myo Ma. (Crédito: X)

En respuesta a otra pregunta sobre el testimonio de violación en grupo de Hamida, Khaing Thu Ka, de las AA, dijo que el grupo “sin duda investigaría” su caso.

Los rohingyás –grupo étnico mayoritariamente musulmán con lengua y cultura propias– llevan mucho tiempo siendo perseguidos y privados de ciudadanía en Myanmar, de mayoría budista, y la propaganda oficial los describe como “bengalíes” o “inmigrantes ilegales”. También se les niega el estatus oficial en Bangladesh, por lo que se les conoce como “el pueblo más indeseado del mundo”.

El nuevo jefe interino de Bangladesh, Muhammad Yunus, ha prometido seguir apoyando a los rohingyás en su país, pero ha hecho un llamamiento para que terminen los combates en Myanmar y puedan regresar a su patria con “seguridad, dignidad y plenos derechos”.

Éxodo nocturno

Siguen existiendo estrictos controles a lo largo de los 30 kilómetros de la orilla del río Naf que serpentea entre Myanmar y su país vecino, y los guardias fronterizos bangladeshíes tienen órdenes de intentar mantener fuera a los rohingyás que huyen.

Los refugiados se amparan ahora en la oscuridad para tratar de eludir su captura, y a menudo parten de Myanmar hacia las 10 de la noche para hacer el viaje de 3 kilómetros a través del agua.

A medida que se acerca la medianoche, CNN recorre la larga carretera costera hasta un minúsculo pueblo pesquero en el extremo sur de Bangladesh, para entrevistarse con un refugiado rohingya que se escabulló del campamento para reunirse con su hermana, que debía llegar en un barco desde Myanmar esa misma noche.

Todos los teléfonos del barco habían sido apagados por motivos de seguridad durante el viaje, así que pasó horas sin recibir noticias.

“Estoy muy preocupado”, dijo Mohammed, que no quiso utilizar su nombre real. “Es mi hermana mayor”.

El río Naf, entre Myanmar y Bangladesh, se ha convertido en una ruta de escape para los rohingyás. (Crédito: CNN)

Le preocupa que su hermana, que no sabe nadar, pueda ahogarse durante la travesía. Muchas embarcaciones de refugiados se han hundido en las últimas semanas, y los cuerpos de sus desesperados pasajeros han llegado a la orilla y han sido enterrados en fosas poco profundas en la playa.

Para agravar los temores de Mohammed, antes del amanecer se oyen explosiones y disparos de fusil al otro lado del río, que recuerdan por qué huyen su hermana y otros rohingyás.

En el lado de Bangladesh, los guardacostas juegan al gato y al ratón para detectar las embarcaciones que emergen de las aguas turbias antes de que lleguen a tierra firme. La luna llena proyecta un resplandor plateado sobre el río, por lo que las embarcaciones que llegan corren un mayor peligro de ser descubiertas.

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Un guardia fronterizo de alto rango que habló con CNN en la playa dijo que si las embarcaciones llegan a tierra durante su guardia, normalmente proporcionan comida a las personas a bordo antes de enviarlas de vuelta.

La hermana de Mohammed no aparece esa noche y, al amanecer, empieza a cundir el pánico.

“Ahora el mundo está oscuro para mí”, dice. “Lo he perdido todo… en mi vida”.

Horas más tarde, se entera de que su hermana llegó a tierra más arriba en la costa, pero fue secuestrada por intermediarios que exigían un pago por su liberación. Finalmente pudo reunirse con Mohammed en los campamentos, pero la familia gastó todo su dinero en ponerla a salvo.

“AA quiere acabar con los rohingyás”

A pesar de las dificultades para cruzar, las autoridades bangladesíes declararon a CNN que más de 5.000 rohingyás han llegado a Bangladesh desde Myanmar durante los últimos enfrentamientos.

Ahora crecen los llamamientos para que Bangladesh permita el acceso humanitario a los refugiados que llegan.

“Acnur hace un llamamiento a Bangladesh para que proporcione acceso a la seguridad a los refugiados que escapan de la violencia en el norte del estado de Rakáin, más recientemente en el municipio de Maungdaw”, declaró Shari Nijman, portavoz de Acnur Bangladesh. “Entre los recién llegados hay muchas mujeres y niños, incluidos algunos con heridas críticas por disparos y bombardeos”.

Abdul Bashar y su sobrino de 10 años sobrevivieron a los ataques con drones en la ribera cerca de Maungdaw, Myanmar, el 5 de agosto. (Crédito: Rebecca Wright/CNN)

Médicos Sin Fronteras (MSF) –que gestiona múltiples clínicas en Cox’s Bazar– dijo a CNN que habían tratado a 54 personas que llegaron con “heridas de guerra” entre el 5 y el 11 de agosto, el 48% de las cuales eran mujeres y niños.

Jamila Begum, de 45 años, consiguió cruzar en una barca con cuatro de sus nietos huérfanos.

Dijo que su familia trató de huir de sus hogarees el 5 de agosto durante una pausa en los combates, pero entonces las bombas “cayeron sobre el tejado de la casa”, y mataron a la hija de Begum, a su marido y a su hija de 7 años. Begum consiguió tomar de los brazos de su hija al más pequeño, un bebé de 6 meses.

Begum huyó con los nietos y se escondieron durante cinco días antes de embarcar hacia Bangladesh. Pero su nieto mayor no sobrevivió: murió a causa de las heridas antes de que pudieran encontrar un barco, y ella se vio obligada a abandonarlo en la playa.

Cuando se fueron, se enteró de que los  soldados del Ejército de Arkán (AA) habían prendido fuego a su pueblo.

“AA quiere eliminar a los rohingyás del estado de Rakáin”, afirma Begum, haciéndose eco de los sentimientos de la docena de refugiados con los que habló CNN.

Ahora, Begum está a salvo en los campos, pero teme por el futuro de sus nietos, ya que es su única tutora.

“La tristeza no desaparecerá de nuestras vidas”, afirma.

Nota del editor: Esta historia contiene descripciones perturbadoras de violencia.

— Helen Regan y Avery Schmitz de CNN contribuyeron con este reportaje.

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