La catedral de Notre Dame es el telón de fondo del regreso del presidente electo Donald Trump a la escena geopolítica este sábado, cuando las autoridades francesas pusieron punto final al proyecto de cinco años para restaurar este monumento emblemático con una ceremonia de reapertura de la que participan decenas de líderes mundiales.
A punto de regresar a la Casa Blanca en poco más de seis semanas, la llegada de Trump a París se produce en un momento decisivo para los gobiernos de Europa Occidental, que –como la propia Francia– se encuentra actualmente atrapados en un tira y afloja entre un orden democrático progresista vacilante y los crecientes movimientos de derechas decididos a ponerlo patas arriba.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, que se encuentra en su segundo mandato de cinco años, invitó a Trump a asistir a la reunión, en un intento por estabilizar un Gobierno que se derrumba en su país y, al mismo tiempo, conservar su influencia en el extranjero, sobre todo en lo que respecta al futuro del apoyo occidental a Ucrania frente a Rusia.
Trump ha insistido en que tiene un plan para lograr una paz inmediata en la región, aunque a los aliados de Ucrania les preocupa que el presidente electo pueda impulsar un alto el fuego o un acuerdo de paz que se considere más favorable para el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que ha mostrado poco interés en abandonar su guerra de conquista.
El éxito de Macron al traer a Trump a París –donde él y otros líderes proucranianos expusieron sus argumentos en un escenario tan luminoso– le ha valido algunos elogios cada vez menos frecuentes de la prensa francesa, que lo ha descrito como un “golpe diplomático”. (El presidente francés también había sido el primer líder extranjero en felicitar públicamente a Trump por ganar un segundo mandato el mes pasado). Macron mantuvo una reunión con Trump antes de la ceremonia a la que se unió el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Los detalles de la visita de Trump se han ido perfilando a lo largo de varios días. Hace tiempo que siente fascinación por la catedral, e incluso tuiteó angustiado hace más de cinco años cuando un incendio arrasó su edificio gótico, situado en la Île de la Cité, una isla dentro del río Sena de París. Su emblemática aguja y su tejado quedaron destruidos ante el horror de los telespectadores de todo el mundo.
Los investigadores creen que el incendio fue un accidente, pero aún no han identificado la causa directa.
“Tan horrible ver el incendio masivo en la catedral de Notre Dame en París”, publicó Trump el 15 de abril de 2019, durante su primer mandato en el salón oval. “Tal vez se podrían usar camiones cisterna de agua voladores para apagarlo. ¡Hay que actuar rápido!”
Su sugerencia fue ignorada por los bomberos y la agencia francesa de seguridad civil, Sécurité Civile, respondió en las redes sociales menos de dos horas después, advirtiendo –en inglés– que “los aviones bombarderos de agua … podrían provocar el colapso de toda la estructura de la catedral”.
Trump ha buscado durante mucho tiempo el tipo de reconocimiento de la alta sociedad que ahora le ofrecen Macron y otros líderes europeos ansiosos por la dirección de la administración entrante, pero algunos de sus críticos –encabezados por comediantes de programas televisivos nocturnos– de vuelta en Estados Unidos se apresuraron a burlarse de la vistosa visita.
“Si todo va según lo previsto, le gustaría comprarlo y convertirlo en un casino”, bromeó Jimmy Kimmel a principios de esta semana. Jimmy Fallon bromeó diciendo que la catedral “volverá a arder en llamas” cuando Trump entre en ella.
Para Macron, la ocasión no es para tomársela a broma.
Inmediatamente después del incendio, se comprometió a reconstruir y reabrir la destruida catedral en cinco años, un plazo que estuvo a punto de cumplir. Hay menos margen de error, y mucho más en juego, en sus esfuerzos por mantener la frágil coalición que respalda a Ucrania.
Su felicitación al presidente electo el mes pasado –difundida antes de que la mayoría de los medios de comunicación estadounidenses dieran por ganada la carrera– aludía a su relación con Trump la primera vez que estuvo en la Casa Blanca, descrita en su día como un romance, aunque no duró mucho.
“Felicidades, presidente @realDonaldTrump. Listo para trabajar juntos como lo hicimos durante cuatro años”, escribió Macron en X el mes pasado. “Con tus convicciones y las mías. Con respeto y ambición. Por más paz y prosperidad”.
Más tarde, por la noche, él y Trump hablaron por teléfono, dijo la oficina de Macron.
El presidente francés ha hecho un nuevo esfuerzo por ganarse el favor del presidente que regresa y de sus aliados. CNN ha informado de que Macron planea invitar a Trump y a Elon Musk, consejero delegado de Tesla y SpaceX, a quien el presidente electo ha propuesto para desempeñar un papel en su administración, a París para una cumbre sobre inteligencia artificial a principios de febrero.
Trump no seráes el único emisario estadounidense en París este sábado. La primera dama, Jill Biden, también asistó a la ceremonia, en el que es su último viaje oficial al extranjero.
El viaje de este sábado tendrá lugar una semana después de que Trump anunciara su selección del padre de su yerno Jared Kushner, el promotor inmobiliario Charles Kushner, como próximo embajador de Estados Unidos en Francia. Charles Kushner fue indultado por Trump en 2020 tras declararse culpable en 2004 de 16 cargos de evasión fiscal, uno de represalias contra un testigo federal y otro de mentir a la Comisión Federal Electoral.
Macron no será el primer líder del G7 en reunirse con Trump en persona desde las elecciones. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, voló a Florida y cenó con él en Mar-a-Lago el 29 de noviembre.
Durante la cena, Trump –en medio de una discusión sobre sus aranceles propuestos– bromeó con que Canadá evitaría cualquier dolor convirtiéndose en el 51º estado de EE.UU., dijeron a CNN dos fuentes informadas de la conversación.
“El presidente nos estaba tomando el pelo”, dijo a la prensa en Ottawa el ministro canadiense de Seguridad Pública, Dominic LeBlanc, que estaba sentado en la misma mesa. “Era, por supuesto, sobre esa cuestión, en ningún caso un comentario serio”.
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