ANÁLISIS | A Trump le toca disfrutar de la gloria reflejada de Musk

(CNN) — Este martes, todas las miradas deberían haber estado puestas en el cielo de una plataforma de lanzamiento en Texas, mientras el mayor cohete del mundo se dirigía atronadoramente hacia el espacio.

Pero la órbita que más atención está acaparando no es la del cielo, sino la cada vez más íntima que une en la Tierra al hombre que pronto volverá a ser el más poderoso del planeta y al más rico.

El presidente electo, Donald Trump, y Elon Musk –después de ir a ver a los republicanos en Washington y a un combate del Ultimate Fighting Championship en Nueva York, incluyendo una comida de McDonald’s en pleno vuelo con un Robert F. Kennedy Jr. que hacía muecas– salieron de nuevo a la carretera para ver despegar el cohete SpaceX Starship de Musk en su último vuelo de prueba.

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Por una vez, la hipérbole de Trump no fue exagerada. “Me dirijo al gran estado de Texas para ver el lanzamiento del mayor objeto jamás elevado, no solo al espacio, sino simplemente despegándose del suelo”, escribió en las redes sociales.

Musk, el visionario de Tesla y SpaceX, pasó las dos últimas semanas disfrutando de la gloria reflejada de Trump en Mar-a-Lago. Está tanto a su alrededor que es casi como si fuera de la familia, e incluso apareció en una foto del clan ampliado de Trump. Ahora, era el momento de compartir parte de su propia aura con su nuevo mejor amigo.

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Trump, con la mandíbula apretada, los ojos entrecerrados contra el resplandor y luciendo una gorra roja de MAGA con un “45” y un “47”, adoptó una pose propia del monte Rushmore, sin duda consciente de las pantallas divididas de televisión que lo emparejarían con el despegue del cohete. Casi parecía que se estuviera atribuyendo parte del mérito.

En los nerviosos momentos previos al lanzamiento, varios satélites menores giraron en torno a Trump, entre ellos su hijo Donald Jr., el senador por Texas Ted Cruz y el representante por Texas Ronny Jackson, antiguo médico de la Casa Blanca. Pero el presidente electo pareció más animado cuando Musk apareció y explicó lo que se desarrollaría cuando el cohete despegara.

Se ven llamas después de que el Super Heavy Booster de Starship aterrizara en el agua frente a la costa de Texas, en su sexto vuelo de prueba el 19 de noviembre de 2024. (Crédito: Chandan Khanna/AFP/Getty Images)

Un poco de decepción

Al final, Trump no pudo ver el ballet balístico de SpaceX devolviendo su enorme propulsor para ser agarrado por una plataforma de lanzamiento de última generación de la que tanto alardeó durante la campaña. “Veo ese fuego saliendo por la parte inferior del cohete que entra de lado y digo: ‘se va a estrellar contra el pórtico'”, dijo Trump a principios de este mes. “Y esos dos grandes y hermosos brazos lo agarran, y dije: ‘¿Qué demonios ha sido eso?’”.

Este martes, los controladores de la misión tomaron la decisión, en una fracción de segundo, de deshacerse del gigantesco vehículo con forma de vela romana en el golfo de México tras su descenso a cámara lenta. “Tal vez querían tener cuidado de no matar por casualidad al presidente electo de Estados Unidos”, declaró a CNN Greg Autry, vicerrector de estrategia y comercialización espacial de la Universidad de Florida Central.

Pero el impresionante espectáculo de la Starship rugiendo desde la plataforma de lanzamiento y su vuelo alrededor del mundo en cuestión de minutos para chapotear delicadamente, con los pies por delante, en el océano Índico, fue testimonio del genio de Musk, que revolucionó la industria espacial, revivió el programa de vuelos espaciales tripulados de EE.UU. y está en camino de devolver a los humanos a la Luna, y eventualmente a Marte.

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Esto explica por qué Trump quiere a Musk a su lado. Si es capaz de trastornar el sector aeroespacial al tiempo que reinventa el negocio de los vehículos eléctricos, ¿qué podría hacer Musk con su nuevo “Departamento de Eficiencia Gubernamental”, que Trump le ha encargado dirigir junto con Vivek Ramaswamy? Trump cree que tiene el mandato de hacer estallar la burocracia federal como uno de los prototipos de cohetes que su nuevo amigo utilizó para impulsar el progreso de su programa espacial.

Pero la presencia del presidente electo en el lanzamiento de la nave estelar y el hecho de que haya ungido a Musk con su aprobación también ponen de manifiesto el enorme problema de su vinculación.

El multimillonario nacido en Sudáfrica ahora desempeña un papel importante en la exploración espacial, la seguridad nacional de Estados Unidos y la industria de vehículos eléctricos. Y Trump puede concederle a Musk favores extraordinarios. Musk, armado con la autoridad del presidente electo en su nuevo rol como azote del Gobierno, podría incluso eliminar regulaciones que obstaculizan sus negocios y beneficiarse al inclinar el mercado a su favor.

Los conflictos de intereses no se tomaron precisamente en serio en la primera administración Trump. Pero la ubicuidad de Musk en Trump 2.0 como aliado destacado en un emergente círculo íntimo de multimillonarios, millonarios y presentadores de Fox News significa que se han convertido oficialmente en una broma.

El presidente electo Donald Trump y el presidente ejecutivo de Tesla y SpaceX, Elon Musk, observan una pelea durante el UFC 309 en el Madison Square Garden de Nueva York, el 16 de noviembre de 2024. (Crédito: Kena Betancur/AFP/Getty Images)

Por qué a Trump le gusta Musk

No es ningún misterio por qué a Trump le gusta Musk. Es dinámico y un genio indiscutible. Al presidente electo también le gusta el subidón de ego que supone ser cortejado por la persona más rica del mundo, especialmente por alguien que gastó millones de dólares para que lo eligieran y convirtió X en una batalla campal que refleja la visión conspirativa del mundo de Trump y tiene un inmenso poder para influir en un gran número de votantes.

En muchos sentidos, Musk es una versión mucho más exitosa del propio Trump. Destroza cosas antes de volver a construirlas, tuvo varios matrimonios y fue moldeado por un padre dominante que dejó una marca en su psique. No es frecuente que Trump, que busca dominar todas los escenarios y relaciones, parezca impresionado por algo que no sea él mismo. Pero su aprecio de niño fan por los cohetes de Musk parece perfectamente genuino.

No obstante, se trata de algo más que dinero y sueños espaciales.

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Al entablar amistad con Musk, Trump, de 78 años, se aseguró la entrada en una subcultura joven y masculina en la que el pionero de Tesla es visto como un icono. Su amistad también dio credibilidad a Trump entre otros creadores de opinión que llegan a este grupo demográfico, lo que quedó patente en sus apariciones en programas de YouTube y podcasts con Joe Rogan, los Nelk Boys, Theo Von y Barstool Sports.

Todo ello contribuyó a mejorar la posición de Trump en las elecciones entre los jóvenes votantes masculinos, un sector al que los demócratas tienen dificultades para llegar. Trump rara vez se ha mostrado tan cómodo o auténtico como en estos lugares, hablando con autoridad de lucha libre, fútbol y teorías conspirativas. Uno de los momentos más notables se produjo en el programa de Von, cuando Trump se mostró inusualmente animado al preguntar a su anfitrión sobre su pasado consumo de cocaína.

Donald Trump baila en el escenario durante un mitin de campaña en Novi, Michigan, el 26 de octubre de 2024. Crédito: Anna Moneymaker/Getty Images/Archivo

La creciente influencia cultural de Trump

La visita de Trump a la plataforma de lanzamiento de Musk fue también la última ocasión desde las elecciones en la que se ha involucrado en sesiones fotográficas de alto perfil. La imagen refleja la realidad emergente de que Trump, quien siempre ha sido un ícono en el mundo de la UFC y la televisión de realidad, se está convirtiendo indiscutiblemente en una figura cultural además de una política.

La imagen de la UFC con la boca abierta explica en gran medida el estilo político de Trump. Y ahora un baile de Trump se está haciendo viral.

Sus adversarios políticos veían sus extraños contoneos en el escenario de sus mítines como un signo de debilitamiento de su salud cognitiva. Sus partidarios lo percibieron como humor y autodesprecio. Ahora, el contoneo de dos puños del presidente electo está siendo adoptado por los atletas de las grandes ligas profesionales del deporte, que bailan al estilo Trump para celebrar victorias, touchdowns y goles. Es algo embriagador para un Partido Republicano que durante años ha luchado por igualar a los demócratas en lo que respecta al apoyo de grandes celebridades.

Pero también hay algo más siniestro en juego. Trump está limando las aristas más ásperas de una imagen extremista que se cimentó con el alegato final más oscuro de cualquier candidato presidencial en la historia moderna.

El presidente electo, que baila al ritmo de “Y.M.C.A.” de Village People, es el mismo que promete deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados, que intentó robar las elecciones de 2020 tras mentir sobre el resultado, que es un delincuente convicto y que parece decidido a ejercer un poder incontrolable después del 20 de enero. Ha sido durante mucho tiempo una táctica de los autoritarios suavizar sus imágenes con payasadas y acrobacias que fomentan sus cultos a la personalidad y disfrazan sus objetivos más nefastos. Quizá sea una coincidencia, pero el dictador norcoreano Kim Jong Un, en los momentos en que quiere ser visto como el padre de la nación, asiste a menudo a lanzamientos de cohetes televisados.

Elon Musk llega a la reunión de la conferencia de los republicanos de la Cámara en el Hyatt Regency en Capitol Hill en Washington, DC, el 13 de noviembre de 2024. (Crédito: Andrew Harnik/Getty Images)

¿Cuánto puede durar?

Al igual que “Y.M.C.A.”, otro de los temas básicos de la banda sonora de la campaña MAGA es “Rocket Man” de Elton John, que trata de un astronauta que “quema su mecha” al estilo Trump mientras vuela solo por el espacio. El éxito quizá refleje el encaprichamiento de Trump con la asombrosa variedad de naves espaciales de Musk y su ambición sin límites.

Pero a pesar de su incipiente amistad, se está poniendo de moda especular sobre cuándo podría estallar el gran romance entre Trump y Musk, dado que ambos hombres son abrasivos, necesitan ser las estrellas en sus propios firmamentos y parecen encontrar difíciles las amistades íntimas.

Con Musk, Trump podría obtener más de lo que esperaba.

Por ejemplo, puede que no esté dispuesto a pagar el precio político de los despidos masivos de trabajadores federales, la pérdida de productividad y el fracaso de los programas gubernamentales que Musk podría provocar con los salvajes recortes recomendados por el nuevo DOGE.

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Y las recientes ocurrencias de Trump de que no puede echar a Musk de Mar-a-Lago han sido interpretadas por algunos como una señal de que su acogida se está agotando.

“En última instancia, solo puedes tener una estrella del espectáculo y esa estrella del espectáculo va a ser Donald Trump”, dijo el exgobernador de Minnesota Tim Pawlenty a Erin Burnett de CNN este martes. Pero también argumentó que Musk es brillante, innovador e inventivo y que estaba totalmente en la marca del presidente electo. “Trump hizo campaña con la idea de que vamos a romper moldes”, dijo.

Cuando Trump sea investido por segunda vez presidente de Estados Unidos, no habrá equívocos sobre quién es el socio mayoritario; aunque Musk ejerza un vasto poder no estatal a través de su riqueza y sus aventuras empresariales que penetran profundamente en las economías de naciones de todo el mundo.

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Musk también se está convirtiendo en un multiplicador de fuerzas para Trump, otra razón para mantenerlo cerca. El presidente electo lo puso en contacto con el presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky después de las elecciones. (Musk controla el servicio de internet Starlink, vital para los militares ucranianos en la guerra con Rusia a la que Trump se ha comprometido a poner fin). Y el presidente de Francia Emmanuel Macron, un astuto estudiante del arte de adular a Trump, planea invitar al 47º presidente y a Musk a una cumbre sobre IA en París en febrero.

Durante los primeros meses de su mandato, Trump se mofó de Kim, el líder norcoreano, llamándole “pequeño hombre cohete” por su propensión a disparar misiles cada vez que creía que su Estado paria no recibía atención.

La hostilidad desapareció pronto y Trump ha hablado a menudo de cómo se “enamoraron”, aunque sus cumbres para hacerse fotos no sirvieron de mucho para invertir los programas nucleares y de misiles balísticos de Pyongyang. Es demasiado pronto para decir si el “bromance” entre Kim y Trump se reanudará en el segundo mandato del próximo presidente.

En cualquier caso, Trump tiene un nuevo hombre cohete.

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