El primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu mantuvo las apariencias durante casi 19 meses: la liberación de los rehenes y la derrota de Hamas, insistió, ocupaban la cima de la pirámide de los objetivos bélicos de Israel.
Incluso cuando miembros de su coalición gobernante de derecha amenazaban con derrocar a su gobierno si aceptaba un cese del fuego y un acuerdo sobre la liberación de rehenes. Incluso mientras él mismo ponía obstáculos de última hora para alcanzar dicho acuerdo. E incluso mientras se acumulaban pruebas de que las operaciones militares de Israel habían causado, tanto directa como indirectamente, la muerte de rehenes israelíes. En medio de todas esas contradicciones, Netanyahu insistió en que ambos objetivos eran igual de importantes.
Pero ya no. Ahora, Netanyahu prioriza descaradamente la guerra —y la supervivencia de su gobierno— sobre el destino de los 59 rehenes que aún permanecen en Gaza y la voluntad de la mayoría de los israelíes.
Una semana después de calificar la derrota de los enemigos de Israel como el “objetivo supremo” de la guerra, Netanyahu convierte esa retórica en acción: llamó a decenas de miles de reservistas para atacar, tomar y ocupar amplias franjas de Gaza, en lo que el primer ministro llama los “últimos movimientos” contra Hamas.
Las autoridades israelíes afirman que el plan no se implementará de inmediato, lo que da a Hamas al menos una semana y media más para lograr otro acuerdo limitado de rehenes y alto el fuego según los términos de Israel; algunos insisten en que es la preferencia del gobierno. La fecha límite, afirman, es la conclusión de la visita del presidente de EE.UU. Donald Trump a la región la próxima semana. Pero es improbable que dicho acuerdo se materialice en ese plazo, y estas ya no son amenazas vanas.
Los ministros de derecha que han saboteado acuerdos de alto el fuego previos y que durante mucho tiempo han pedido la conquista de Gaza ahora celebran, considerando los planes recién aprobados como el primer paso hacia su visión de ocupar y, en última instancia, anexionar el enclave. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, ahora promete que no habrá “retirada de los territorios que hemos conquistado, ni siquiera a cambio de los rehenes”.
Para Netanyahu, esto significa seguridad política: descartar las reiteradas amenazas de Smotrich y del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, de abandonar el gobierno y forzar nuevas elecciones, manteniéndolo en el cargo de primer ministro.
También significa ir en contra de la voluntad de una clara mayoría de israelíes (el 56 % según el canal israelí Kan 11 y el 69 % según el Canal 12), que apoyan un acuerdo para poner fin a la guerra a cambio de la liberación de todos los rehenes restantes.
Hamas ha declarado repetidamente su disposición a un acuerdo integral, con la esperanza de salvar su posición de poder en Gaza, pero el gobierno israelí ha rechazado cualquier fin de la guerra que permita al grupo seguir armado y gobernando el enclave.
Para las familias de los rehenes israelíes, la decisión de Netanyahu ha sido un duro golpe, pues temen que no solo retrase el regreso de sus seres queridos, sino que los ponga en peligro.
“Parece que el gobierno ha priorizado la derrota de Hamas sobre el rescate y la devolución de los rehenes, porque para ello sería necesario detener la guerra”, declaró a Haaretz Anat Angrest, madre del soldado israelí cautivo Matan Angrest. “Los ministros están enviando soldados a zonas de peligro y exponiendo a los rehenes a un mayor riesgo, cuando lo único que se necesitaba era una pausa para desarrollar un verdadero plan estratégico. Lo que está ocurriendo ahora es una guerra impulsada por la venganza y la conquista, no por un deseo genuino de salvar vidas”.
“No refleja la voluntad del pueblo ni el corazón judío”, afirmó.
La ampliación del asedio israelí en Gaza no solo pondrá a los rehenes en riesgo de sufrir más bombas de Israel. Hamas ha afirmado repetidamente que ejecutará a los rehenes si las fuerzas israelíes se acercan a sus posiciones, una amenaza que cumplió el pasado agosto al asesinar a seis de ellos. El plan de Israel de desplazar a casi toda la población de Gaza a la zona sur, mientras continúa privando de alimentos al resto del enclave de ayuda humanitaria, también podría poner en peligro el acceso de los rehenes a los ya limitados alimentos que reciben.
Cabe destacar que, en los días previos a que el gabinete de seguridad israelí diera luz verde a la ampliación de su impulso bélico, Sara, esposa y asesora cercana de Netanyahu, intentó minimizar el número de rehenes vivos. Cuando Netanyahu afirmó la semana pasada que “hasta 24” rehenes retenidos en Gaza siguen con vida, su esposa intervino: “Menos”. Sus comentarios reflejaron lo que funcionarios israelíes declararon a CNN como “graves preocupaciones” sobre tres de esos rehenes, el mismo lenguaje utilizado anteriormente para referirse a los rehenes cuya muerte finalmente se confirmó.
Para la población de Gaza, la decisión de Netanyahu amenaza con una catástrofe que va más allá de la grave crisis humanitaria que ya asola el territorio asediado. La expansión del ataque israelí garantiza otro desplazamiento forzado masivo de palestinos, más muerte y destrucción, y el uso continuo del hambre como arma de guerra.
Aunque la decisión de Netanyahu de priorizar la destrucción de Hamas sobre el destino de los rehenes restantes se hace evidente, la capacidad de las fuerzas israelíes para lograr sus objetivos frente al grupo sigue siendo incierta.
Más de 52.000 personas han muerto en Gaza por las acciones de Israel, según el Ministerio de Salud del enclave, desde aquel 7 de octubre de 2023 cuando Hamas atacó.
Los factores que han permitido a Hamas sobrevivir y mantenerse en el poder en Gaza tras casi 19 meses de guerra persisten, y los analistas de seguridad nacional israelíes se muestran escépticos de que decenas de miles de soldados adicionales cambien radicalmente la dinámica del conflicto. Enviarlas con el objetivo de ocupar grandes zonas de Gaza podría aumentar las bajas militares israelíes, con el riesgo de hundir al ejército durante años en un atolladero de contrainsurgencia.
Quizás por eso Netanyahu no se lanzó de cabeza por el camino que ahora ha elegido.
El regreso de Trump al poder le permitió liberarse de las restricciones impuestas por el presidente Joe Biden durante los primeros 15 meses de su guerra. Pero aunque Trump y su administración dejaron claro que no intentarían limitar las acciones militares de Israel en Gaza, Netanyahu no emprendió de inmediato la expansión de la guerra que sus aliados de ultraderecha reclamaban.
Sin embargo, en un momento crucial, ha tomado una decisión que sacudirá Gaza y cambiará para siempre el destino de más de dos millones de palestinos y 59 rehenes.
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