La rivalidad entre EE.UU. y China por el canal de Panamá desata tensiones y deja a Panamá atrapada en una guerra de palabras

Panamá se promociona como “el puente del mundo, corazón del universo”, pero últimamente el estrecho istmo centroamericano y el canal que lleva su nombre, que une el Atlántico con el Pacífico, se han convertido en el escenario de un amargo enfrentamiento entre las dos superpotencias económicas más importantes del mundo.

La escalada de la guerra de palabras entre Estados Unidos y China por el canal ha dejado desconcertado a Panamá, que no tiene ejército, y trae a la memoria el viejo proverbio de que “cuando los elefantes pelean, es la hierba la que sufre”.

Desde el inicio de su segundo mandato, el presidente de EE.UU., Donald Trump, afirmó sin pruebas que China controla en secreto el canal por el que pasa alrededor del 40 % del tráfico estadounidense de contenedores. Si no se ponía fin a la supuesta influencia de China sobre el canal, Trump amenazó con “recuperar” la emblemática vía navegable que Estados Unidos devolvió a Panamá en el 2000, empleando la fuerza militar si era necesario.

El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, rechaza las afirmaciones de Trump, pero también ha realizado importantes esfuerzos para apaciguar a la Casa Blanca, como abandonar la iniciativa china de inversión Belt and Road en febrero.

En marzo, el gigante inversor estadounidense BlackRock anunció un acuerdo de US$ 22.800 millones para comprar 43 puertos, incluidos dos situados a ambos lados del canal de Panamá, a CK Hutchison, la empresa logística de Hong Kong a la que la administración Trump ha acusado de estar bajo control de Beijing, algo que Hutchison niega.

Pero esas concesiones parecen no haber hecho más que echar leña al fuego de la retórica bélica de la Casa Blanca, la más reciente esta semana por parte del secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, durante una visita a Panamá para asistir a la Conferencia de Seguridad de Centroamérica.

“Quiero ser muy claro, China no construyó este canal”, dijo Hegseth el martes. “China no opera este canal y China no armará este canal. Junto con Panamá a la cabeza, mantendremos el canal seguro y disponible para todas las naciones a través del poder disuasorio de la fuerza de combate más fuerte, efectiva y letal del mundo”.

Beijing respondió airadamente a las andanadas verbales de Hegseth.

“¿Quién representa la verdadera amenaza para el canal? La gente juzgará por sí misma”, replicó el Gobierno chino.

Las declaraciones de Hegseth supusieron un cambio: Panamá volvía a ser un “socio” que, al contrario de lo que había dicho Trump, “opera” el canal. Aun así, el secretario de Defensa no llegó a decir públicamente que el canal pertenecía a Panamá.

De hecho, el Pentágono pareció omitir una línea clave en ese sentido de una declaración conjunta, que en la versión panameña dice: “El secretario Hegseth reconoció el liderazgo y la soberanía inalienable de Panamá sobre el canal de Panamá y sus áreas adyacentes”.

La discrepancia sobre la declaración recordó un desconcertante episodio similar ocurrido en febrero, cuando el Departamento de Estado anunció que Panamá no cobraría peaje a los buques de la Armada estadounidense que atravesaran el canal; al día siguiente, Mulino negó airadamente que su Gobierno hubiera accedido a ello.

Pero el miércoles, el ministro de Asuntos del Canal de Panamá, José Ramón Icaza, declaró a la prensa que la Autoridad del Canal de Panamá había acordado encontrar un “mecanismo” que permitiera a los buques de la Marina estadounidense pasar por el canal a un “coste neutro” a cambio de la seguridad proporcionada por esos buques y de que Estados Unidos reconociera la soberanía panameña sobre el canal.

A pesar de que, según el Gobierno panameño, los buques de la Armada estadounidense solo gastan de media unos pocos millones de dólares cada año en cruzar por el canal, el Gobierno de Trump había presionado mucho para obtener la concesión de la Autoridad del Canal que, de acuerdo con la legislación panameña, debe cobrar a todos los países las mismas tarifas por los cruces.

Mulino ha demostrado ser un aliado clave en materia de inmigración para Washington. Durante el Gobierno de Joe Biden, Mulino ya había empezado a cerrar el tapón del Darién, por donde cruzaron cientos de miles de personas de camino a EE.UU., y a aceptar vuelos de deportación procedentes de este país.

Pero es evidente que las exigencias estadounidenses tienen un límite, ya que sus compatriotas y gran parte de la región están cada vez más exasperados por el creciente ruido por parte de Trump y sus exigencias de nuevas concesiones.

El miércoles, en una rueda de prensa, Hegseth aludió a la posibilidad de restablecer bases militares estadounidenses para vigilar el canal.

Minutos después, ante la mirada de Hegseth, el ministro de Seguridad de Panamá, Frank Abrego, negó rotundamente que Mulino estuviera considerando la posibilidad de permitir bases estadounidenses en el país.

No está claro si Trump aceptará un “no” por respuesta y, a medida que el tira y afloja entre EE.UU. y China sobre el canal se calienta, Panamá está claramente sintiendo la tensión.

The-CNN-Wire
™ & © 2025 Cable News Network, Inc., a Warner Bros. Discovery Company. All rights reserved.

Federal News Network Logo
Log in to your WTOP account for notifications and alerts customized for you.

Sign up