La lucha contra el tráfico de personas requiere el apoyo a los derechos a la educación

En una época de divisiones políticas, a menudo profundas, la trata de personas debería ser un tema en el que haya consenso. De hecho, la gran mayoría de nosotros reconoce que la trata de personas y el trabajo forzoso son violaciones de los derechos humanos que no debemos tolerar.

Aún así, millones de menores son explotados hoy en día en trabajos forzados. En lugar de ir a la escuela, trabajan en condiciones peligrosas en la agricultura, la industria manufacturera, la minería, la construcción, la pesca y otros sectores. Aunque debemos ser innovadores a la hora de abordar esta explotación, ya existe un pilar clave para cualquier solución en las comunidades de todo el mundo: la educación.

La educación es un derecho humano fundamental que se reconoce desde los comienzos del movimiento internacional moderno de derechos humanos tras la Segunda Guerra Mundial. Puede permitir a los menores y a sus familias romper el ciclo de la pobreza y fortalecer a las comunidades. Nelson Mandela dijo una vez que la educación es “el arma más poderosa que se puede utilizar para cambiar el mundo”.

Además de este poder transformador, la educación ayuda a reducir el trabajo infantil. Las investigaciones muestran que cuanto más tiempo podamos mantener a los niños en la escuela, mayores serán las posibilidades de que eviten situaciones laborales de explotación. Aunque el 88% de los menores de todo el mundo terminan la escuela primaria, solo el 59% termina la escuela secundaria superior. Esto deja a millones de niños y adolescentes en situación de riesgo. Sin embargo, conocemos una serie de medidas que mejorarán el acceso a la educación y ayudarán a que permanezcan en la escuela.

En primer lugar es fundamental garantizar la gratuidad de la educación, desde la educación preescolar hasta la secundaria. La eliminación de las tasas escolares ayuda a mejorar la asistencia, a menudo de manera significativa. También hay que tener en cuenta las denominadas tasas ocultas, como los costos adicionales de libros, uniformes escolares y transporte, para garantizar que los niños de las familias y comunidades más pobres puedan asistir a la escuela y completarla.

En segundo lugar, se ha demostrado que ofrecer programas de desayuno y almuerzo gratuitos en las escuelas mejora la asistencia en muchos países. También ayuda a abordar la inseguridad alimentaria y aumenta el rendimiento académico mientras los niños están en la escuela, incluso en países más ricos como Estados Unidos.

En tercer lugar, invertir en profesores y escuelas es clave para proporcionar una educación de calidad a todos los niños. La escasez de profesores y otros desafíos debidos a la falta de recursos pueden dificultar el acceso de muchos menores a una educación de calidad. El aumento del número de alumnos por clase y otras cargas para los profesores y las escuelas pueden conducir a mayores tasas de deserción escolar, lo que deja a los niños en riesgo de explotación. Por el contrario, invertir en escuelas y profesores puede mejorar la calidad de la educación y reducir el riesgo de deserción.

Por último, la implementación y el mantenimiento de programas que apoyan a las familias pobres y de bajos ingresos ayuda a aliviar la presión de que los menores trabajen, para que puedan continuar su escolarización. Por ejemplo, los programas de transferencia de efectivo, como el programa Bolsa Família de Brasil, han ayudado a mejorar la asistencia escolar y a reducir las tasas de deserción escolar al proporcionar apoyo financiero a las familias de bajos ingresos, lo que permite a sus hijos continuar su educación.

Por supuesto, se necesitan otras medidas. Es necesario un marco jurídico sólido y una aplicación activa de las leyes sobre trabajo infantil para identificar los abusos en una fase temprana, proteger a los niños de la explotación y hacer responsables a los infractores. Sin embargo, centrarse e invertir en la educación es vital no solo para proteger a los menores ahora, sino también para garantizar que puedan desarrollar todo su potencial y estar en condiciones de obtener, en su edad adulta, oportunidades de empleo seguras y que les permitan ganarse la vida.

En un mundo en el que la inteligencia artificial y los avances tecnológicos suelen dominar los titulares, resulta tentador querer encontrar la innovación más reciente para abordar la explotación infantil. Debemos seguir buscando nuevas herramientas y vías para prevenir el trabajo forzoso y la explotación infantil, pero también debemos recordar que, a veces, una parte esencial de la solución está justo delante de nosotros. La educación es ese poderoso activo que puede ayudar a reducir la vulnerabilidad de los niños a la explotación.

Simplemente tenemos que invertir en ella.

Garantizar que todos los menores tengan la libertad de aprender y desarrollar todo su potencial asegurando el acceso a una educación gratuita y de calidad para todos ellos es una herramienta formidable en la lucha contra el trabajo forzoso y la explotación. En resumen, ser un aliado en la lucha contra la explotación significa defender el derecho de todos los niños a la educación.

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