Donald Trump nunca dijo a los votantes que podría haber una recesión en el camino hacia su nueva “edad de oro”.
La negativa del presidente —en dos ocasiones— a descartar una contracción económica este año desató este lunes un desplome bursátil que golpeó las cuentas de jubilación de los estadounidenses.
Pero las pérdidas del 9% en el S&P en menos de un mes reflejan una fuerza más amplia desatada por el presidente en su nuevo mandato: la inestabilidad global y la incertidumbre sobre lo que hará a continuación y cómo será el mundo cuando termine.
Trump está intentando echar por tierra todo lo que todo el mundo creía saber sobre la ayuda exterior, el comercio y la política económica de Estados Unidos. Ha desencadenado guerras comerciales con los vecinos estadounidenses, ha despedido indiscriminadamente a miles de trabajadores del Gobierno y ha pasado a castigar a la víctima en Ucrania, fracturando un vínculo de confianza de 80 años con los aliados.
Y, como dijo a la nación hace una semana, “no hemos hecho más que empezar”.
Así que no sería de extrañar que haya que pagar un precio.
Los votantes de Trump adoran su instinto para la disrupción y la volatilidad. Pero con la confianza del consumidor debilitándose, la contratación desacelerándose y el temor a una recesión en aumento, lo último que necesita la economía es un presidente generando más incertidumbre.
Pero en una entrevista en Fox News el domingo, Trump careció de su habitual ampulosidad cuando se le preguntó si la fuerte economía que heredó del expresidente Joe Biden se inclinaría hacia la recesión este año. “Odio predecir cosas así”, dijo, y agravó el daño más tarde en el Air Force One al decir: “¿Quién sabe?”.
No fue tanto lo que dijo Trump, sino cómo lo dijo un presidente conocido por su certeza inquebrantable.
El aparente reconocimiento de Trump en Fox News de que sus políticas, incluidos los aranceles, podrían causar un período de “transición” para la economía también fue inquietante, ya que parecía indicar que se avecinan dolores a corto plazo y que está preparado para que un país cansado de los altos precios de los comestibles y la vivienda los soporte.
Las predicciones de que la resistente economía estadounidense está a punto de desplomarse han sido erróneas durante años.
Aparte de durante covid-19, la última gran contracción fue en la Gran Recesión de 2008-09. Y la Reserva Federal se muestra optimista, a pesar de que algunos indicadores de las últimas semanas apuntan a la posibilidad de una desaceleración. Unas pocas semanas malas para un mercado que muchos analistas consideran sobrevalorado y en vías de corrección no tienen por qué presagiar un desastre económico mayor.
Pero Trump, al intentar cambiar tantas cosas, sigue jugando con fuego. Su administración está mostrando hasta ahora una gran habilidad para derribar cosas, pero menos facilidad para explicar cómo su caos se traducirá en una rápida prosperidad.
Un ejemplo es el duro giro de Trump contra Canadá y México y su amenaza de aranceles del 25% que impuso la semana pasada –luego congeló durante un mes–, así como aranceles recíprocos que atraparán a otros amigos de EE.UU. en su red de arrastre a principios de abril.
“Lo que estamos viendo en el enfoque político es una falta de visión”, dijo Julia Coronado, presidenta y fundadora de MacroPolicy Perspectives LLC, a Richard Quest en CNN Internacional. “Todos sabíamos que había una visión sobre la reducción de los déficits comerciales y la deslocalización de algunas actividades. Realmente estamos yendo a por nuestros amigos más cercanos, tanto a nivel de política exterior como a nivel comercial, y eso parece un cambio más profundo, sin la visión clara de lo que estamos intentando conseguir”.
Funcionarios de la Casa Blanca descartaron elste lunes el pánico en los mercados y la idea de que se avecina una contracción económica. También argumentaron que cualquier debilidad central en el crecimiento no se debe al liderazgo de Trump, sino a un resabio de la administración Biden.
“Creo que lo que va a ocurrir es que el primer trimestre va a chirriar en la categoría positiva, y luego el segundo trimestre va a despegar cuando todo el mundo vea la realidad de los recortes de impuestos”, dijo Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, en CNBC.
Trump aún no ha tenido tiempo de aplicar plenamente sus políticas económicas, ni de demostrar sus afirmaciones de que harán a los estadounidenses mucho más ricos y dispararán la economía. Pero confiar en el potencial estimulante de los recortes fiscales para generar crecimiento no dice mucho sobre la fortaleza subyacente de la economía. Y Hassett fijó un calendario ambicioso para impulsar un complejo proyecto de ley de recortes fiscales en el Congreso, dada la escasa mayoría republicana en la Cámara de Representantes.
En el programa “Meet the Press” de la cadena NBC, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, se refirió el domingo a los aranceles como un revulsivo para la prosperidad. “No va a haber recesión en Estados Unidos”, dijo Lutnick.
Estas valoraciones de color de rosa parecen bastante familiares y corren el riesgo de caer en una peligrosa trampa política que atrapó a la administración Biden: la de decir a los votantes que la economía está en mejor forma de lo que ellos perciben. Las repetidas afirmaciones de los principales asesores de Biden de que la peor inflación desde la década de 1980 a principios de su mandato era meramente “transitoria” erosionaron la confianza del público en su presidencia y desempeñaron un papel importante a la hora de allanar el camino para el regreso de Trump al Despacho Oval.
También fue notable este lunes que el presidente no apareciera públicamente para una nueva ronda de comentarios económicos mientras el mercado de valores, uno de sus marcadores favoritos de su propio desempeño, se hundía.
Las crecientes preocupaciones sobre la economía y el impacto de las políticas de choque de Trump plantean varias preguntas sobre sus próximos movimientos.
- El presidente ha argumentado que sus políticas arancelarias aportarán rápidamente miles de millones de dólares a Estados Unidos y ha rechazado la lógica económica de que los consumidores pagarán por ellas con precios más altos. Su objetivo es loable: restaurar la base industrial estadounidense que ha desgarrado el corazón de las zonas manufactureras del cinturón del óxido. Pero lograr este objetivo significaría revertir décadas de globalización, una tarea que llevaría mucho más tiempo que los años que le quedan a Trump en la Casa Blanca. Esto pone los comentarios de Trump sobre un periodo de “transición” para la economía bajo una nueva luz. ¿Experimentarán los estadounidenses malestar hasta que la política dé resultados?
- ¿O reaccionará Trump con su volatilidad característica a los días de ventas en Wall Street moderando sus políticas? Aún no hay señales de ello. En Fox, el presidente, que se atribuye sin cesar el mérito de las subidas de los mercados en las redes sociales, advirtió: “Realmente no se puede vigilar el mercado de valores”. Y añadió: “Si nos fijamos en China, ellos tienen una perspectiva de 100 años. Nosotros tenemos un trimestre. Vamos por trimestres”. La semana pasada, sin embargo, Trump ni siquiera tuvo una perspectiva de 100 horas: congeló los aranceles a México y Canadá un día después de haberlos impuesto, tras una mala reacción de los mercados y el contragolpe entre los legisladores republicanos. Una nueva tregua de Trump esta semana podría calmar a los mercados. Pero en algún momento, la propia volatilidad se autoperpetúa y podría aumentar los temores de recesión.
- Una pregunta clave se cierne sobre el segundo mandato de Trump: ¿Está dispuesto el presidente a pagar un precio político y a gastar un capital significativo para imponer políticas que representan una arriesgada ruptura con años de ortodoxia estadounidense? Aún goza del apoyo leal de su base. Pero la creciente presión sobre los congresistas republicanos generada por la destrucción del Gobierno federal por parte de Elon Musk demostró que el Partido Republicano no es inmune a las consecuencias de las acciones de Trump. Y las elecciones de mitad de mandato se avecinan el año que viene.
La presidencia de Trump solo lleva seis semanas y, si la economía se estabiliza y los mercados responden, el pánico de este lunes se verá como un bache momentáneo.
Pero hay una sensación premonitoria de que se acerca un momento grave.
El exsecretario del Tesoro, Larry Summers, que acertó al pronosticar el repunte inflacionista que empañó la presidencia de Biden, lanzó este lunes una nota ominosa al despedirse tras una entrevista con Kasie Hunt, de CNN.
“Buena suerte a usted y a sus espectadores en estos tiempos difíciles”, dijo.
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