Trump se deshace de los popotes o pajitas de papel. Eso es, en parte, bueno, dicen ecologistas

En Estados Unidos se utilizan 500 millones de popotes (o sorbetes, pitillos, pajitas) al día, según una estimación popular, aunque quizá no la más científica.

El mayor comprador es el Gobierno federal, que adquiere más popotes que cualquier otro grupo en Estados Unidos. Las pajitas se utilizan en parques nacionales, edificios federales y embajadas, entre otros lugares.

Esta semana, el presidente de EE.UU., Donald Trump, dio marcha atrás en una iniciativa medioambiental del Gobierno de Joe Biden que había eliminado los plásticos de un solo uso, como los popotes, en los edificios federales. La alternativa común: las pajillas de papel.

“Vamos a volver a los popotes de plástico. (Las pajitas de papel) no funcionan. Se rompen. Explotan si algo está caliente. No duran mucho, en cuestión de minutos, a veces en cuestión de segundos. Es una situación ridícula”, dijo Trump desde el Despacho Oval el lunes, cuando firmó un decreto al respecto.

El decreto ordena a las agencias federales que se aseguren de que “ya no se proporcionen popotes de papel” en los edificios de las agencias.

Muchos estadounidenses están de acuerdo con la aversión del presidente a los sorbetes de papel, incluidos críticos como Jon Stewart, que proclamó en el “Daily Show” de esta semana: “Muy bien, tiene razón en esto”.

Pero para algunos en la industria de las pajillas, la conversación ha ido más allá del papel frente al plástico.

“Estamos de acuerdo en que los popotes de papel no funcionan y no son una buena solución”, dijo Ken Jacobus, CEO de Good Start Packaging, una empresa ecológica de envases compostables para alimentos. “Lo decepcionante del decreto es que convierte las pajitas de papel en una especie de pista falsa para hacer creer a los consumidores que nuestras únicas opciones son el papel y el plástico cuando se trata de popotes, y la industria ya ha superado con creces eso”.

Good Start Packaging fabrica popotes, utensilios y recipientes para llevar destinados a restaurantes e instalaciones federales. Sus pajillas se fabrican con aceite de canola y pueden biodegradarse en tierra y en el océano.

En 2020, durante su primer mandato, Trump firmó la Ley Save Our Seas 2.0 diseñada para “aumentar la conciencia internacional sobre los residuos plásticos y combatir los desechos marinos”.

Pero el lunes, de vuelta en el Despacho Oval, Trump dijo: “No creo que el plástico afecte mucho a un tiburón mientras mastica en el océano”.

Algunos grandes minoristas se pasaron a las pajitas sin plástico, como Starbucks en 2020. La empresa ofrece actualmente popotes compostables bajo petición.

Y el 75% de los adultos estadounidenses afirma que tendrá que hacer al menos un sacrificio a lo largo de su vida a causa del cambio climático, según un informe de diciembre del Pew Research Center.

“Cada vez hay más gente preocupada por el medio ambiente, sobre todo los jóvenes, pero… (la pajilla) tiene que funcionar”, dijo Jacobus.

Parte del decreto de Trump iba dirigido a reducir el precio de los popotes de papel, que pueden costar entre cinco y 12 centavos por unidad. Los sorbetes de plástico cuestan menos de dos centavos por unidad, según Clean Water Action, un grupo que trabaja para elegir candidatos ecologistas. Pero las pajitas biodegradables fabricadas por Good Start Packaging cuestan poco menos de tres centavos, dijo Jacobus.

“Tenemos problemas para encontrar espacio en los vertederos para todo este material. Menos del 10% del plástico se recicla. El resto va a parar a los vertederos, y nos estamos quedando sin espacio para vertederos. Se está convirtiendo en un imperativo económico”, comentó Jacobus.

A pesar de su mayor costo y su endeble estructura, se cree que los pitillos de papel son menos tóxicos. Sin embargo, Jackie Nuñez, responsable de promoción y compromiso de Plastic Pollution Coalition, descubrió tras probar varias pajillas de papel de distintos fabricantes que no son tan seguras para beber como la gente podría pensar.

“Lo irónico es que muchas de las pajitas de papel que salen al mercado, las de baja calidad que yo no utilizaría de todos modos, están llenas de tintes tóxicos y pegamentos”, explicó Núñez, que también es fundadora de Last Plastic Straw, una campaña contra los pitillos de plástico. La mayoría de esos popotes de papel con toxinas se importan de China, señaló. Nuñez dijo que ha analizado pajillas de papel procedentes de Estados Unidos que no contienen sustancias químicas tóxicas.

Jacobus y Nuñez dicen que las pajillas reutilizables son lo mejor para el medio ambiente y el balance final, pero son poco realistas para grandes instituciones como museos, parques nacionales y hospitales. Y si bien el decreto de Trump vuelve a abrir la puerta a los popotes de plástico, también podría abrir las compuertas a los platos, recipientes para llevar y vasos de plástico.

“Trump está permitiendo ahora que las propiedades federales, un gran comprador de productos desechables, compren espuma de poliestireno, un producto de la vieja escuela… que es supertóxico para el medio ambiente. En eso deberíamos centrarnos los consumidores. A nadie le importan los popotes. Ese barco ya zarpó”, dijo Jacobus.

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