El presidente Donald Trump está haciendo exactamente lo que dijo que haría.
Está lanzando guerras comerciales de poder duro para complacer a los votantes marginados por la economía globalizada. Está actuando impulsado por la desesperación por el saldo mortífero del fentanilo. Lanzó una ofensiva contra los migrantes en medio de la ansiedad por la porosidad de la frontera sur. Y el presidente, con la ayuda de Elon Musk, está empezando a desmantelar el gobierno al que sus partidarios culpan de sus problemas.
“Cuando un presidente es elegido por el pueblo y luego hace lo que prometió hacer, eso es democracia”, escribió el vicepresidente J.D. Vance en X el sábado por la noche. “Cuando un presidente se ve frustrado por burócratas no electos, eso es oligarquía. El presidente Trump se niega a doblegarse ante esa oligarquía. ¡Abróchense los cinturones!”.
Sin embargo, el frenético esfuerzo de Trump para cumplir las promesas de campaña de una pluralidad de votantes puede tener un precio.
En el exterior, amenaza con comprometer el liderazgo tradicional estadounidense y las obligaciones que el país se ha fijado desde hace mucho tiempo y que son vitales para el funcionamiento de la economía global. También están en peligro los acuerdos y compromisos internacionales contraídos con los aliados, como el acuerdo comercial norteamericano que Trump pisoteó con enormes aranceles nuevos a Canadá y México y el tratado en virtud del cual Estados Unidos entregó el control del Canal de Panamá.
Y en el país, una purga acelerada de empleados del gobierno federal y decisiones de gasto erráticas ya pusieron en tela de juicio una asistencia fundamental para el bienestar de millones de ciudadanos, así como la legalidad de destituir a decenas de empleados federales para cumplir los caprichos políticos de Trump.
A medida que la segunda presidencia de Trump entra en su tercera semana, hay crecientes preguntas sobre si su disrupción radical —que a menudo burla generaciones de políticas estadounidenses e incluso desafía la ley— solucionará alguno de los problemas que fue elegido para resolver.
¿Podría, en cambio, generar divisiones nacionales más profundas, crear caos económico y dolor para los consumidores (que lo eligieron, en parte, para bajar los precios), aumentar la pérdida de empleos y dejar a Estados Unidos aislado después de alienar a sus mejores amigos en el mundo y destruir el orden internacional?
Trump no quiere oír hablar de esas cosas. Se puede discutir su dominio de la economía, pero promete una reforma completa de la economía mundial basada en el libre comercio y una reconstrucción de la base manufacturera estadounidense, incluso si eso arroja a los aliados norteamericanos a una crisis económica.
Han terminado los días en que la marea creciente levantaba todos los barcos.
“¡FABRIQUE SU PRODUCTO EN ESTADOS UNIDOS Y NO HABRÁ ARANCELES!”, escribió el presidente en Truth Social el domingo. “¿Por qué Estados Unidos debería perder BILLONES DE DÓLARES EN SUBVENCIONAR A OTROS PAÍSES?”
Trump anunció aranceles del 25% sobre productos procedentes de Canadá y México y gravámenes del 10% sobre las importaciones chinas que entrarán en vigor a las 12:01 a.m. de este martes, hora de Miami.
El presidente dijo este domingo por la noche que planea hablar con los líderes de Canadá y México el lunes, aunque no dio señales de que cambiaría de opinión.
“No espero nada muy dramático. Hemos impuesto aranceles. Nos deben mucho dinero y estoy seguro de que van a pagar”, dijo Trump a los periodistas al descender del Air Force One.
Su fe en los aranceles —un mecanismo conocido que ayudó a acelerar el descenso a la Gran Depresión de los años 1930— representa una apuesta enorme.
“Esta es una herida autoinfligida a la economía estadounidense”, dijo el ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, Larry Summers, en el programa “Inside Politics Sunday” de la CNN. Summers, que sirvió durante el gobierno del presidente demócrata Bill Clinton, agregó: “Yo esperaría que la inflación en los próximos tres o cuatro meses sea más alta como consecuencia, porque el nivel de precios tiene que subir cuando se aplica un impuesto a los bienes que la gente compra”.
El desmantelamiento del gobierno también puede ser peligroso. Una congelación temporal del gasto, que la Casa Blanca retiró apresuradamente la semana pasada,-insinuó el caos que podría sobrevenir si desaparecen los servicios federales de los que dependen millones de personas.
Las mayores medidas de Trump hasta ahora reflejan algunas de sus obsesiones de toda la vida, incluida una tendencia a ejercer poder sobre adversarios más débiles. Sus partidarios insisten en que funciona, citando la retirada de Colombia la semana pasada, en un enfrentamiento por las deportaciones de inmigrantes, bajo la amenaza de aranceles estadounidenses que destruirían la economía. También atribuyen la reciente liberación de rehenes por parte de Hamas en Gaza a la advertencia de Trump de que “se desatará el infierno” en Medio Oriente.
Pero las medidas extraordinarias de Trump para transformar la política interior y exterior de Estados Unidos a un ritmo vertiginoso también plantean riesgos políticos y económicos. Su ejercicio de un amplio poder ejecutivo podría parecer una extralimitación que ignora las preocupaciones más urgentes de los votantes, y corre el riesgo de empujar a los aliados de Estados Unidos a los brazos de adversarios como China.
Todo esto equivale a un impresionante bombardeo de poder económico, diplomático y doméstico, que ocurre deliberadamente a un ritmo vertiginoso, a menudo sin transparencia pública, y que resulta casi imposible de procesar para los ciudadanos.
- El presidente anunció este fin de semana aranceles del 25% a Canadá y México e impuso aranceles del 10% a las exportaciones chinas a Estados Unidos. También renovó su demanda de que Canadá se convierta en el estado número 51. Trump ha estado coaccionando a Dinamarca para que entregue Groenlandia y a Panamá para que renuncie al control sobre su canal. El secretario de Estado Marco Rubio advirtió al presidente de Panamá este domingo que Washington tomaría “las medidas necesarias para proteger sus derechos” bajo el Tratado del Canal de Panamá porque las empresas con sede en Hong Kong poseen dos puertos cerca de cada extremo de la vía fluvial clave. Trump advirtió más tarde: “Vamos a recuperarlo, o algo muy poderoso va a suceder”.
- Trump también ha congelado la ayuda exterior estadounidense, que se mantuvo durante décadas sobre el principio de que la lucha contra el hambre, la pobreza y la enfermedad fomenta la estabilidad global que hace que los estadounidenses estén más seguros. Las organizaciones no gubernamentales están luchando por determinar qué servicios califican para una exención humanitaria del Departamento de Estado. El sitio web de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional acaba de desaparecer. Y Musk declaró durante el fin de semana en X que la agencia responsable de salvar millones de vidas es “una organización criminal”. Añadió: “Es hora de que muera”. CNN informó este domingo que los altos funcionarios de seguridad de USAID fueron puestos en licencia administrativa después de intentar negar el acceso a los sistemas de la agencia a los funcionarios del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk.
- En el país, mientras acelera el ritmo de las deportaciones masivas, el gobierno revocó el domingo la protección a 300.000 venezolanos, dejándolos vulnerables a ser deportados a su represiva y empobrecida patria.
- Los equipos de Trump han acelerado una purga entre los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, despidiendo a más de una docena de fiscales que trabajaron en los casos del 6 de enero de 2021 y exigiendo los nombres de los agentes del FBI a los que se les ordenó trabajar en los casos de Trump, una medida que potencialmente podría poner en peligro las carreras y los medios de vida de miles de personas.
- Musk, el pionero tecnológico que tiene miles de millones de dólares en contratos y potenciales conflictos de interés con el gobierno de Estados Unidos, avivó aún más la disrupción. Su equipo DOGE ha accedido al sistema de pagos federales, lo que potencialmente le permitirá monitorear y limitar el gasto gubernamental, después de que el principal funcionario del Departamento del Tesoro, que había rechazado las preguntas sobre la suspensión de ciertos pagos, se fuera inesperadamente la semana pasada.
Las nuevas guerras comerciales de Trump resumen su uso desenfrenado del poder y muestran cómo sus creencias contradicen décadas de liderazgo global convencional de Estados Unidos.
Los aranceles masivos que planea imponer a Canadá y México este martes se remontan a su creencia, arraigada durante mucho tiempo, de que Estados Unidos está siendo estafado por casi todas las demás naciones.
El propósito aparente de los aranceles es castigar a los aliados estadounidenses por no hacer más para acabar con la migración indocumentada y el fentanilo que llega a Estados Unidos.
Muchos partidarios de Trump ven el amor del presidente por los aranceles “hermosos” como una herramienta para forzar concesiones de otros países y permitirle conseguir “victorias”, que a menudo parecen menos sustanciosas de lo que él afirma.
Pero esta vez, la imposición de aranceles se presenta como una victoria en sí misma. “Son promesas hechas y cumplidas por el presidente”, dijo el viernes la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt.
Pero la victoria tendrá un coste.
Canadá anunció el sábado que impondrá aranceles de represalia a importaciones estadounidenses por valor de más de US$ 100.000 millones. Mientras tanto, varios políticos provinciales de alto rango instaron a los canadienses a iniciar boicots a productos estadounidenses, incluidos el vino y los licores.
México promete dar a conocer su propia respuesta el lunes. La presidenta Claudia Sheinbaum advirtió el domingo que las conversaciones, y no la confrontación, son las mejores formas de resolver los problemas. Dijo: “La soberanía no es negociable”.
Aunque las tensiones entre Estados Unidos y México han aumentado desde hace tiempo por cuestiones fronterizas, los problemas en la frontera norte parecen insignificantes.
Según las estadísticas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, el año pasado se incautaron solo 43 libras de fentanilo en la frontera norte, en comparación con más de 21.000 libras incautadas en la frontera suroeste. Y Canadá ya se ha comprometido a gastar US$ 1.000 millones en una operación de patrullaje fronterizo mejorado.
Esto plantea la pregunta de si la principal prioridad exterior de Estados Unidos es realmente abordar la amenaza que representa Canadá, país con el que el país mantiene su asociación comercial más amplia.
El giro de Trump contra Canadá —que en la práctica destruye el acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá que firmó durante su primer mandato y declaró una gran victoria— corre el riesgo de sumir a la economía de un aliado confiable en una profunda recesión y costarle la vida a cientos de miles de trabajadores canadienses.
Y si bien México y Canadá están en una posición vulnerable debido a sus economías más pequeñas, aún pueden perjudicar a Estados Unidos. Sus aranceles de represalia podrían aumentar los precios de productos clave, incluso cuando Trump promete reducir los costos de los alimentos para los consumidores estadounidenses.
Los ataques arancelarios de Trump a México y Canadá también revierten un proyecto de décadas para integrar las economías de Estados Unidos y Canadá, parte de un objetivo más amplio de la política exterior estadounidense de construir un orden global basado en reglas de naciones libres destinado a promover la prosperidad y la democracia.
En el caso de Canadá, esto ha significado salir en defensa de Estados Unidos en sus momentos de mayor necesidad, incluso después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
“La historia nos ha convertido en amigos, la economía nos ha convertido en socios y la necesidad nos ha convertido en aliados”, dijo el sábado el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. “Eso fue así durante muchas décadas… desde las playas de Normandía hasta las montañas de la península de Corea, desde los campos de Flandes hasta las calles de Kandahar”.
Trump, sin embargo, busca un control mucho mayor sobre el hemisferio occidental, lo que, junto con su amor por los aranceles, está creando una atmósfera del siglo XIX.
“Canadá debería convertirse en nuestro querido estado número 51. Impuestos mucho más bajos y una protección militar mucho mejor para el pueblo de Canadá, ¡Y SIN ARANCELES!”, escribió Trump en Truth Social el domingo desde Florida, donde visitó dos veces uno de sus campos de golf durante el fin de semana.
Pero las amenazas del presidente están resultando contraproducentes.
“Es un acto de guerra económica. Y el presidente fue claro esta mañana en que es un ataque directo a nuestra soberanía”, dijo el domingo la exministra de Finanzas canadiense Chrystia Freeland a Fareed Zakaria de CNN. Freeland, candidata a la jefatura del Partido Liberal de Canadá y, por tanto, a reemplazar a Trudeau como primer ministro, agregó: “Los estadounidenses se sorprenderán con la respuesta canadiense. Estamos dolidos, sin duda, porque somos sus amigos y vecinos. Pero, sobre todo, estamos enojados y estamos unidos y decididos”.
Aun así, Trump no oculta lo que quiere y, en este momento, está ejerciendo un poder prácticamente inexplicable.
“Nos dirige alguien que no es muy misterioso. Él te dirá lo que va a hacer y realmente lo hará”, dijo Rubio en el programa “The Megyn Kelly Show” de Sirius XM la semana pasada.
O, como dijo Vance: “Abróchense los cinturones”.
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