Alexander Lukashenko, el líder más longevo de Europa, ha prolongado su mandato de 31 años en Belarús tras ser declarado ganador de una elección presidencial que sus oponentes exiliados y los países occidentales han denunciado como una farsa.
A diferencia de 2020, cuando Lukashenko permitió una elección inusualmente competitiva y se enfrentó a la mayor amenaza a su régimen desde que llegó al poder en 1994, el resultado del domingo nunca estuvo en duda.
En estos comicios orquestados, Lukashenko se enfrentó solo a una oposición simbólica, con un candidato que admitió que se presentaba simplemente “junto” al líder autoritario, no en su lugar. Los resultados oficiales publicados el lunes por la mañana mostraron que Lukashenko había ganado de manera aplastante con el 86,8% de los votos.
El resultado otorga a Lukashenko un séptimo mandato en el poder y consolida su control sobre la antigua república soviética, un importante aliado ruso que ha desempeñado un papel clave en la guerra de Moscú contra Ucrania, desde servir como plataforma de lanzamiento para su invasión a gran escala, en febrero de 2022, hasta convertirse en un puesto de escala para las armas nucleares tácticas rusas.
La dependencia de Lukashenko de su homólogo ruso, Vladimir Putin, se ha profundizado desde las últimas elecciones bielorrusas de 2020, cuando se enfrentó a un desafío inesperadamente duro por parte de Sviatlana Tsikhanouskaya, una novata política que entró en la carrera después de que su esposo, Sergei, fuera encarcelado y se le impidiera presentarse.
Aunque las cifras oficiales dijeron que Lukashenko ganó por abrumadora mayoría en 2020, Tsikhanouskaya se adjudicó la victoria y encabezó enormes protestas, con cientos de miles de personas saliendo a las calles para exigir el fin del régimen de Lukashenko.
Con el respaldo de Moscú, el régimen respondió brutalmente, encarcelando a decenas de miles de manifestantes y obligando a Tsikhanouskaya y a otros a exiliarse. Según Viasna, un grupo de derechos humanos bielorruso, el régimen todavía mantiene detenidos a más de 1.200 presos políticos.
La represión fue tan brutal que Tsikhanouskaya, quien ahora vive en la vecina Lituania, se negó a convocar protestas públicas esta vez. En cambio, pidió a los bielorrusos que simplemente votaran en contra de todos los candidatos en las papeletas cuidadosamente examinadas. Su movimiento de oposición calificó la votación como “una farsa meticulosamente orquestada diseñada para perpetuar el control del poder del dictador ilegítimo”.
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