OPINIÓN | ¿Funcionará la fuerza bruta en Cuba esta vez?

Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) , exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora frecuente de opinión de CNN, columnista colaboradora de The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Ver más notas de opinión aquí.

(CNN) — El régimen cubano está desplegando su muy practicado libro de jugadas en respuesta a la impresionante erupción de protestas del domingo en toda la isla. Como puede decirle prácticamente cualquiera que haya informado desde Cuba, el enfoque del gobierno es familiar y muy usado. Es una maniobra de tres pasos que ha funcionado en el pasado, permitiendo que el régimen permanezca en el poder sin responder a las demandas del pueblo. Esta vez, no hay garantía de que funcione.

La estrategia que presencié de primera mano durante los viajes de reportaje a Cuba para CNN en la década de 1990 es simple: primero, cuando los manifestantes corren el riesgo de hablar con fuerza y ​​en números, las autoridades llaman a las masas de partidarios para ahogar a sus críticos. Las multitudes a favor del régimen literalmente gritan más que los oponentes.

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Durante una protesta abortada que cubrí, antes de la Cumbre Iberoamericana de 1999 en La Habana, el gobierno no solo confió en las voces de sus partidarios, sino que sacó altavoces masivos que lanzaban música a un volumen tan ensordecedor que ninguna voz podía ser escuchada.

La segunda parte de la estrategia es reconocer que hay problemas en casa, pero culpar de todo al “imperio”: Estados Unidos.

La utilización de la fuerza bruta en Cuba

La tercera pieza es la fuerza bruta. Durante ese frustrado mitin de la oposición en un parque de La Habana, se detuvieron camiones que descargaron a decenas de hombres que rodearon a cualquiera que se atreviera a hablar.

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Recuerdo a un hombre que levantaba su cédula de identidad, le temblaba la voz y decía: “Soy cubano, tengo derecho a hablar”. Antes de que terminara la oración, un enjambre de hombres se materializó, tirándolo al suelo.

Luego, agentes vestidos de civil comenzaron a aparecer, agarrando a manifestantes individuales y arrojándolos en la parte trasera de autos sin distintivos que se alejaban a toda velocidad. Esa protesta no duró mucho.

Más tarde esa noche, asistí a una reunión con el entonces presidente Fidel Castro. Afirmó a un pequeño grupo de periodistas que los críticos del régimen eran libres de hablar, pero que habían sido silenciados por cubanos patriotas que se levantaron espontáneamente para defender su amada revolución.

Un cambio de época

Los tiempos son diferentes ahora. El icónico Castro se fue hace mucho tiempo y se fue con él el carisma y la estatura que persuadieron a muchos cubanos a soportar la escasez crónica –y continua– de las necesidades básicas, incluida la libertad.

Las frustraciones se han desbordado en Cuba porque la economía, perennemente luchando, se está debilitando. Venezuela, rica en petróleo, que alguna vez fue el generoso patrocinador del régimen , apenas se mantiene a flote, víctima de su propia mala gestión y represión.

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La escasez de alimentos, electricidad y otras necesidades está empeorando. Y como el coronavirus está surgiendo -de la peor forma de lo que se había visto hasta ahora- es abrumado el sistema de salud. El mercado del turismo, un pilar de la economía, fue devastado por el covid-19 en 2020. Ahora, con la variante delta extendiéndose en la isla, los esfuerzos para reconstruir sus ingresos por turismo se han estancado.

En la época de Fidel, las redes sociales apenas existían en Cuba. Pero esta vez, gracias a los videos subidos y compartidos, no es solo un pequeño grupo de valientes activistas de la oposición protestando. Miles de cubanos marcharon el domingo por las calles de muchas ciudades y pueblos de la isla, declarando “No tenemos miedo” y gritando “¡Libertad! ¡Libertad!”

Los manifestantes se quejaron de que no tenían suficiente para comer, pero no solo pidieron comida, vivienda o trabajo. Pidieron libertad.

Es por eso que el predecible discurso televisado del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, el domingo -mira el paso dos del libro de jugadas-, suena vacío. Culpó a las sanciones de Estados Unidos por las dificultades del país, acusando a Washington y “la mafia cubana ” en Miami – abreviatura del régimen para los cubanos exiliados – de avivar los disturbios.

Al implementar el primer paso, por supuesto, instó a los partidarios del régimen a enfrentarse a los manifestantes. “Se ha dado la orden de combatir”, dijo , “los revolucionarios deben estar en las calles”.

¿Un reclamo económico o por libertad?

Es cierto que Washington ha impuesto duras sanciones económicas a Cuba. El expresidente Donald Trump endureció las sanciones y el presidente Joe Biden las ha mantenido. Pero si las protestas en Cuba fueran solo por la economía, el llamado a la “libertad” no ocuparía un lugar tan destacado.

Biden emitió una fuerte declaración de apoyo a las demandas de los manifestantes. “Apoyamos al pueblo cubano y su clamor por la libertad y el alivio del trágico control de la pandemia y de décadas de represión”, e instó a los líderes cubanos a “escuchar a su pueblo”. Después de todo, esta es una oportunidad, por lejana que sea, de un cambio pacífico.

Los cubanos han vivido tiempos difíciles antes. Esta ola de protestas puede ir y venir, como lo han hecho otras. Pero lo que sucedió en toda la isla no fue una rutina. Las manifestaciones de esta magnitud no se han producido en décadas.

La última vez, en 1994, Castro soltó la presión al permitir que los cubanos se fueran. En aquel entonces, el gobierno prácticamente prohibió a los cubanos salir de su país, exigiéndoles que primero fueran aprobados para una “visa de salida”. Pero simplemente abrir la puerta no funcionaría ahora, porque en 2012, el gobierno levantó la prohibición de décadas.

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Eso deja el paso tres: fuerza bruta. Esta parte de la estrategia merece ser observada de cerca. Si continúan las protestas, el régimen se enfrentará a una difícil decisión sobre cuán difícil es tomar medidas enérgicas.

Cuba es un régimen autoritario, pero se envuelve en una mística. Cuanto más amplia es la represión, más difícil es defender su imagen como gobierno de y para el pueblo. Si vemos mucha más violencia por parte de las fuerzas de seguridad, sabremos que las autoridades están profundamente preocupadas por perder el control. Hasta ahora, hemos visto detenciones y algo de violencia, pero la escala aún es limitada.

La cuestión geopolítica sobre Cuba

Hasta ahora, las palabras de Biden han sido cuidadosamente elaboradas para no darle a La Habana combustible para avivar la afirmación de que Estados Unidos es el culpable de los disturbios. Pero el asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan advirtió contra “la violencia o los ataques contra manifestantes pacíficos que ejercen sus derechos universales”.

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Mientras tanto, el Kremlin, partidario del régimen cubano, ha emitido una advertencia propia contra la intervención extranjera, un recordatorio de la perdurable resonancia geopolítica de Cuba.

El libro de jugadas del régimen cubano lo ha ayudado a mantenerse en el poder durante más de seis décadas. Quizás vuelva a funcionar pero, como todos hemos aprendido, la historia está llena de giros inesperados.

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